29/03/2024 Misiones, marzo-abril 2024

#2 Algunos árboles de otro planeta















Nos tomamos el primer día con calma. Sin salir tan temprano y sin alejarnos de San Pedro, nuestra primera parada. Ya sin salir de la cabaña nos encontramos con dos especies bien misioneras: el Saracura y la Gallineta Negruzca. Ambas vistas desde la ventana de la cocina, que da a un zanjón. A la Gallineta fue la primera vez que la vi en mi vida. Es igual a la otra, la Gallineta Pico Pintado que se puede ver en Finky, pero con el pico descolorido y como si saliera en una foto con muy poca luz. 

Sin ser el punto más agreste de Misiones —apenas alejado de la zona urbana de San Pedro—, el lugar se presta para pajarear. Vimos Anó Chico, una bandadita de Chopí y pajaritos varios. En algún punto se escuchaba Chacurú Cara Negra, pero no pudimos verlo. Hay alrededor de las cabañas un circuito de arroyitos y estanques así que por la zona andan unas cuantas especies asociadas al agua. Una Garcita Azulada, por ejemplo, había decidido tomar sol encima de un arco de fútbol. 

Ya desde ahí empieza a verse el árbol característico de la zona, el Pino Paraná (Araucaria angustifolia). De hecho nuestro primer paseo fue en el Parque Provincial Araucaria, ubicado adentro mismo de San Pedro, donde se protege y conserva este árbol críticamente amenazado. Por lo demás —aunque de plantas no sé mucho— es una reserva urbana con un ambiente invadido por exóticas. 










No vimos muchas especies de aves. Entre otras cosas, por la hora a la que llegamos. Al ser esta

araucaria un árbol tan escaso, hay algunos bichos asociados que, por lo tanto, también son difíciles de ver. Entre ellos buscamos, sin suerte, a la Urraca Azul y al Loro Vinoso —que se suele ver cuando sale el sol o cuando está por anochecer—. Al que sí encontramos fue al infaltable Coludito de los Pinos. Muy parecido a todos los otros Lepasthenura, pero con la característica inconfundible de que está siempre en el Pino Paraná. 


Eso hace que, en comparación con sus primos, sea medio difícil de ver, aunque no de escuchar. Los Coluditos Cola Negra o Canela, por las condiciones de su hábitat, andan más o menos a la altura de los ojos. Donde viven esas especies, no hay árboles altos, más bien todo lo contrario. A las dos especies las pude ver alguna vez a pocos centímetros de mi cara. El Coludito de los Pinos, en cambio, se mueve entre las ramas del Pino Paraná, que sólo se concentran en la copa formando una especie de “candelabro”. ¡Y el bicho no llega a medir ni 20 cm! De vez en cuando se lo ve volando de una araucaria a la otra y, por suerte, su cola lo hace bastante fácil de identificar. 


Arilus carinatus
Una chinche curiosa que encontramos en Araucaria


Esperaba que, con la estructura peculiar del árbol, hubiera alguna rapaz perchada o incluso anidando. Pero como mucho habremos escuchado algún Taguató. Recién cuando salimos hacia Piñalito nos cruzamos con una térmica con varios jotes y un Aguilucho Cola Corta. 


En Piñalito se encuentra el Parque Provincial El Piñalito, que tiene registros de varias especies amenazadas como el Mono Carayá Colorado (Allouata guariba) o el Batará Pecho Negro (Biatas nigropectus). Pero su atractivo más inmediato son los bosques de helechos arborescentes o Chachíes (orden Cyatheales). 


No vimos muchas especies de animales. Por la hora a la que llegamos, no pudimos hacer el sendero completo y estuvimos la mayor parte del tiempo en un mirador que se forma en una especie de “balcón natural”. Desde ahí arriba se puede ver el retroceso de la Mata Atlántica frente a manchones de plantaciones exóticas como bosques de pino. El punto es ideal para esperar aves rapaces. Desde ahí, de hecho, me reecontré con el Jote Real. Como hace no mucho estuve en los dominios del Cóndor Andino, ya empezaba a extrañar a su contraparte de la selva.


Dejo el tema del Sarcoramphus papa para otro día y continúo con los árboles.


El paisaje de Piñalito ya es un poco más parecido a lo que uno tiene en mente sobre Misiones. A pesar de que en esta última parada vimos pocas especies de aves —apenas habrán sido 25—, quedé fascinado por los pasajes de helechos arborescentes. Tanto estos helechos como el Pino Paraná entran en la categoría “árboles que parecen de otro planeta”. En el mismo grupo incluyo a la palmera Yatay —aunque la palmera y los helechos no sean, técnicamente, un árbol—. 


El Pino Paraná, como no necesita las hojas más bajas en la espesura de la selva, sólo conserva las de más arriba. Entonces se abre de tal forma que parece cualquier cosa menos un pino. Entre sus ramas andan bichos que no se ven en otro lado, como el Canastero. No es raro —se lo escucha todo el tiempo—, pero como nunca había visitado este punto de Misiones, no lo conocía. Con los helechos, en cambio, las aves no parecen relacionarse de forma alguna. 


Lo increíble, con la araucaria y los helechos, es que ese “otro planeta” al que pertenecen  directamente se quedó en el tiempo. Conforman un paisaje que parece del Mesozoico, anterior a la diversificación de las plantas angioespermas. Mientras va cayendo el sol, es un mundo oscuro y poco colorido, casi sin flores. De entre algún lugar del monte se pueden escuchar los cantos del Yeruvá y el Chululú, que parecen venir de ningún lado. Como si fueran las plantas mismas las que cantan.


Por norma general, no me interesan mucho los seres vivos que casi ni se mueven —team heterótrofos—, pero podría estar horas mirando la silueta de los helechos o las araucarias, aún si no aparecieran aves.



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